Es miércoles 23 de noviembre del año 2016, faltan unos minutos para las 19:00 horas.

Policías del módulo 12 trasladan a la emergencia de la Unidad Nº4 Santiago Vázquez (ex-Comcar) a un recluso de la celda número 1 del sector C. Tiene 21 años.

En la historia clínica del joven se lee: Es traído por policías del módulo porque lo encontraron suspendido desde una cuerda en su celda. Expresa tener muchos problemas por lo cual se siente muy deprimido y relata el deseo de terminar con su vida.

El 24 de noviembre, preguntado por el motivo de su intento de autoeliminación, dijo que se debía a problemas de la calle y a la situación en la que se encuentra desde hace 16 meses. “Ya no estoy aguantando más, es insostenible esto, es inaguantable”.

Hoy ese joven, a quien llamaremos Kevin para preservar su identidad, se encuentra en el piso tres de la Unidad Nº3 (Penal de Libertad), a donde fue trasladado luego de haber estado 18 meses en el módulo 12.

El camino al módulo 12

Kevin está preso por un delito de homicidio y dos delitos de lesiones graves. Sin embargo, el 24 de julio de 2015 fue derivado al quinto piso de la Unidad de Ingreso, Diagnóstico y Derivación de la Zona Metropolitana (ex Cárcel Central), donde estaban alojadas, en un régimen excepcional de máxima seguridad, las personas privadas de libertad procesadas por delitos vinculados al secuestro. Según se explica en el informe del año 2016 del Comisionado Parlamentario para las cárceles: “Los internos no salían en todo el día de sus celdas salvo una vez al día para ir al baño”.

El 27 de febrero del año 2016, tras un motín en la ex Cárcel Central, esa población se trasladó al módulo 12, junto a otros tres internos de Cerro Carancho y uno de otra unidad penitenciaria. Él fue uno de los 28 presos que inauguraron el nuevo pabellón de la Unidad Nº4, hoy estudiado de cerca por el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNP) del Instituto Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (Inddhh), por las condiciones de vida y edilicias que se dan en su interior.

El módulo 12 es impenetrable. El misterio, el miedo y la mala fama sobrevuelan a ese edificio que está bajo el ala del Ministerio del Interior, a diferencia del resto de módulos que conviven en el mismo predio y pertenecen al Instituto Nacional de Rehabilitación (INR).

Allí hay 48 celdas individuales de hormigón divididas en cuatro sectores. En cada habitación hay una cama, una mesa, un banco de hormigón, un wáter y una ducha, de agua fría. El módulo se ideó con el único requisito de albergar a delincuentes con un nivel alto de peligrosidad, en un régimen de aislamiento severo y bajo un sistema penal denominado de “máxima seguridad”, particularmente estricto. Sin medios de comunicación y compañía, transitan las horas sin dormir, bajo presión psicológica y una sensación de encierro infinita.

Estas condiciones de vida “generan daños difícilmente cuantificables”, según sostiene la psicóloga e integrante del equipo multidisciplinario del MNP, Mariana Risso.

El director del INR, Gonzalo Larrosa, indica que, a la hora de diseñar el módulo, algunos actores políticos confundieron máxima seguridad con máximo aislamiento, lo que ha llevado a generar “gente con enfermedades mentales profundas” y “patologías”.

El episodio

Cuando me encuentro con Kevin en el Penal de Libertad, lo revisan y lo esposan delante de mí. Él sonríe y se detiene con las manos por delante de un short de nailon rojo. Las moscas revolotean por todas partes, un gato de desliza entre sus piernas, el olor a grasa nubla el olfato.

Habla, rápido y acelerado, como si el tiempo se le fuese a acabar. Le pido que rebobine en diferentes ocasiones, el hilo de su historia tiene bajos y altos.

—Tuve un episodio, dice en un murmullo.
—¿Un episodio? -le pregunto pensando que me habla de su vida en libertad.
—Sí, vino un compañero y me vio. Me colgué en el “12” con una piola. La fui torneando de a poco. Me llevaron a la enfermería inconsciente.

Sus ojos van y vienen, a veces logra fijarlos en mí.

—Me salvé.

Desde el episodio, Kevin toma medicación. Hasta que fue trasladado a la Unidad Nº3, según dice, le daban en la boca dos pastillas de Parnox y dos pastillas de Quietapina, una por la mañana y otra por la noche. El Parnox, que contiene flunitrazepam, actúa principalmente a nivel del sistema nervioso central y se usa en la medicina como hipnótico, es decir, para dormir, por lo que debería usarse únicamente en la noche, como sostiene el psiquiatra Freddy Pagnussat, experto en adiciones. En la misma línea, agrega que “recetar el consumo del medicamento de mañana y de noche no es el uso que se le debería dar, ya que su efecto dura horas”.

En tanto, la Quietapina, “se utiliza para tratar la esquizofrenia y el trastorno bipolar y, desde 2010, para el trastorno depresivo grave refractario al tratamiento con antidepresivos”.

Aunque ha reducido sus dosis, estos dos medicamentos le siguen dejando sedado. “Pasaba empastillado porque no tenía nada para hacer. Me levantaba, me bañaba y me acostaba”, cuenta.

A raíz del intento de suicido, Kevin visitó dos veces el Hospital Vilardebó, donde lo vieron psicólogos y psiquiatras, ya que según refleja el ya mencionado informe, “los privados de libertad no cuentan con atención psicológica, el psicólogo asignado se limita a realizar las evaluaciones individuales”.

—¿Qué fue lo que peor llevaste cuando estabas en el “12”?
—La mampara, sí, la mampara.

Las visitas eran cada 21 días, de una hora. Con un cristal de por medio. Con un funcionario que observaba desde una sala de control espejada. Con la imposibilidad de tocar, de abrazar, de oler, de “volver a casa” a través de la familia. “La mampara es chocante, el aislamiento, no poder ver a tu familia”.

La integrante del equipo multidisciplinario del MNP indica que la peligrosidad de la persona recluida en el módulo “no ameritaba que no se le permitiese abrazar a su madre o tener una visita conyugal”.

“Se ha determinado que el sistema de aislamiento es lesivo de la salud de las personas y contraviene no solo prácticas internacionales, sino también la normativa uruguaya vigente. Había elementos de preocupación suficientes sobre el daño que el aislamiento generaba, el daño más invisible no es el daño físico, sino el daño emocional, la angustia que provoca”, subraya.

Además, los internos solo accedían al patio de manera individual tres veces por semana durante 30 minutos por salida y podían realizar una llamada telefónica semanal de pocos minutos.

El Comisionado Parlamentario para las cárceles detalló en su informe de 2016 que tras el traslado de los reclusos de la ex Cárcel Central al módulo 12, el aislamiento persistió: “Hicimos múltiples gestiones ante el Ministerio del Interior y el INR para que este régimen fuera cambiado ya que el confinamiento en solitario es equiparable a la tortura y el confinamiento en solitario por tiempo indeterminado y sistemático constituye una tortura sostenida y sistemática”.

“Quería quitarme la vida”

Un recluso al que llamaremos Miguel, para preservar su identidad, asegura que ha perdido todos sus derechos. Se encuentra entre rejas acusado de secuestro. Su mujer, Helen, dio a luz a la hija que tienen en común cuando él ya estaba entre rejas y a los seis días de nacida la llevó a la sala de visitas de ex Cárcel Central para que la conociera, a través de una mampara.

“La vida allí dentro es totalmente cruel porque te están violando los derechos”, insiste Miguel. En ningún momento, durante los 11 meses que estuvo recluido fue evaluado, aunque el equipo de Salud Mental lo sacaba de la celda cada 15 días para hablar con él.

“El tipo de sistema de aislamiento es vulnerador de los derechos, sobre todo cuando no está claramente establecida la selectividad del recluso”. Risso explica que tampoco se realizan evaluaciones técnicas previas “para la clasificación y el alojamiento en el módulo que justifique la derivación al mismo de las personas”.

“Tiene que haber criterios claros, públicos y garantistas”, plantea.

En la misma línea, sostiene que el aislamiento tiene que ser un periodo lo más breve posible, ya que el ser humano no es capaz rehabilitarse, bajo el aislamiento absoluto, y a su juicio, en ningún caso puede servir como política de castigo.

La mujer de Miguel decidió hacerse un tatuaje para no olvidar lo que tuvo que pasar. Foto: Gentileza de familiar

Buena conducta

En el Penal, a Miguel le tienen confianza, no es necesario que lo esposen o lo vigilen de cerca. Su cuerpo refleja el agotamiento, la mala alimentación, la soledad y el ambiente turbio que se respira en cada esquina del centro penitenciario. Sus ojos, rojos e irritados, producto de una neumonía, miran reflexivos y me cuestionan. En sus manos sostiene una carpeta donde guarda su título de mecánico y decenas de hojas donde se explica los diseños de un proyecto que sueña realizar dentro de la cárcel y significarían una rebaja de seis meses de condena.

—Tengo que salir de aquí, por mi hija.

El encierro del módulo 12 lo destrozó. “No tenía ganas de vivir. Pensaba que estaba en un pozo y que no iba a salir nunca. Quería quitarme la vida”. En el Penal no logra pasar página, se acuerda de todo.

El preso también visitó en varias ocasiones el Hospital Vilardebó para recibir tratamiento psicológico. Allí le dijeron que se debía al encierro. Le recetaron pastillas. Al principio se medicó, pero cuando vio que las pastillas le estaban afectando, que le dejaban bobo, le daban sueño, le producían temblores en las piernas y le aflojaban las rodillas, las dejó. Le decían que era para dormir, que era así como lo podían ayudar, pero él no lo vivió así: “No podía estar drogado”. Por ese motivo, un día decidió juntar toda la medicación, se la entregó al equipo de Salud Mental y les reconoció que no las estaba tomando.

Miguel dice que de todo saca lo positivo: “Vi gente que se ahorcaba, que se cortaba el cuello, las venas, gilletes hasta el hueso, pero me aferré a la Biblia, oraba todos los días”.

“La extensión del aislamiento, la falta de contacto significativo con otras personas, la falta de medidas compensatorias y que no se haya tenido en cuenta su salud mental -sentencia el informe del MNP-, hacen que el régimen de aislamiento al que están sometidas estas personas tenga consecuencias graves como las ya ocurridas en el quinto piso de la ex Cárcel Central donde se registraron intentos de autoeliminación, auto y heteroagresiones”.

Ayuno seco

Cartas escritas por cuatro reclusos que estuvieron alojados en el módulo 12 en el año 2016, cuando las condiciones de aislamiento eran severas y el sistema aún no se había felxibilizado.

Lunes 27 de junio de 2016

Señor jefe del Módulo 12:

Quien se dirige a usted con el mayor de los respetos que su persona y cargo merecen es la persona privada de libertad (PPL) xxxx alojado en el sector “B”, Celda 9.

El motivo por el cual me dirijo a usted es para ponerlo en conocimiento que desde el día de la fecha me encuentro en ayuno voluntario y los motivos del mismo son: Por la situación que estoy pasando hace un año, estoy bañándome con agua de temperatura bajo cero, también por productos de higiene que no se nos están entregando y ahora lo principal que es el contacto físico con la familia que desde que estoy en este régimen no lo he tenido y mi familia se está deshaciendo.

Lunes 27 de junio de 2016

Al encargado del Módulo 12:

Los motivos de la presente son a efectos de comunicarle que a partir del día de la fecha, me manifiesto en ayuno, el cual voy a realizar sin tomar agua, medida a la cual no le pondré fin hasta no tener una respuesta favorable a mis inquietudes, las cuales dictaré a continuación.

En primera instancia, que se nos autorice a la visita normal como cualquier otro módulo.

En segunda instancia, sobre la conyugal. Ya llevamos un año sin tener contacto con nuestra pareja.

En tercer instancia, que se nos permita ingresar comida hecha y artículos de higiene como cualquier otro módulo.

En cuarta instancia solicitando al director nacional del INR un cambio de módulo ya que por un delito de encubrimiento de homicidio ya cumplo un año en este régimen único en todo el país que es más para terroristas que para alguien que está por encubrimiento.

Lunes 27 de junio de 2016

Señor encargado del Módulo 12:

La persona privada de libertad (PPL) xxxx, alojado en el Sector B, Celda 07.

Con el debido respeto que su persona y cargo merecen, ante usted me presento he informo que a partir del día de la fecha, entro en ayuno. Los motivos del mismo:

Hago once meses en este sistema. Estoy por la causa de “encubrimiento de homicidio” y no es un caso aislado como para seguir en estas condiciones. Durante este tiempo he recibido a mi familia cada 21 días por detrás de una mampara, lo que manifiesto es que se me pueda autorizar a poder darle un abrazo a mi familia.

Poder recibir un estatuto del régimen en el que me encuentro, para saber qué más tiempo voy a seguir en estas condiciones y que régimen seguir para poder salir. Nunca he recibido una respuesta de nada.

Con respecto a las solicitudes que he enviado, nunca obtengo respuesta, ya sea para pedir más abrigos, que las celdas son muy frías. Tener que bañarnos con agua fría en este tiempo es muy insoportable. Hace un mes que no nos entregan los útiles de higiene correspondiente y cuando vienen nos entregan parte de ellos. Poder tener una visita conyugal, que durante todo este tiempo me ha afectado psicológicamente como físicamente.

Que no nos tomen el pelo con los alimentos, en una visita nos deja entrar azúcar y sal y para la próxima nos quitan ese pequeño beneficio.

Poder tener una máquina de cortar el pelo por sector. Antes lo hacíamos con la máquina de afeitar y hoy en día no nos entregando.

La alimentación. Hay días que la carne viene podrida y es imposible alimentarse, sabiendo que es lo único que comemos.

Lunes 17 de octubre de 2016

Señor encargado del Módulo 12:

Quien suscribe es la persona privada de libertad (PPL) xxxx alojado en el sector “B”, Celda 9.

El motivo por el cual me dirijo a usted es para ponerle en conocimiento que el día de la fecha me encuentro en ayuno voluntario y el motivo del mismo es por nuestros derechos de PPL, los cuales son:

Visita normal
Ingreso de alimentos
Tener tele, radio, convivencia

No reviste fecha

Al director del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), Caraballo

Con el respeto que usted merece, la persona privada de libertad (PPL) que se dirige, xxxx

Hoy alojado en el módulo 12 de Comcar, Celda 01. Sector C.

Los motivos de la presente son a efectos de solicitarle un cambio de módulo, ya que al día de la fecha cumplo con 11 meses en ese régimen.

A pesar de no tener precedentes en todo este tiempo, he sorteado toda esta situación con una buena conducta.

A pesar de que en estos 11 meses no se me ha permitido tener contacto con mi familia y esa situación cada día se torna casi insostenible. Por lo que le pido que usted me de la posibilidad de recuperar el contacto con mi entorno efectivo y también poder acceder a una plaza laboral y lograr retomar mis estudios.

Aun hoy no se me ha dado una respuesta coherente de por qué me encuentro en este módulo exótico, pero si se trata de un castigo creo que más que cumplido lo tengo porque en esta etapa durísima que me tocó afrontar se me han arrebatado todos mis derechos, incluso el de poder abrazar a mi familia, y como si eso fuera poco en los primeros siete meses de este proceso se violaron mis derechos humanos de principio a fin.

Por lo cual dejo a su criterio el evaluar si estoy apto o no de dar por superada esta etapa.

Realmente espero que me sepa entender y por ese motivo tener en cuenta.

Por Martina Stirling